Mirarnos al espejo es un habito, tan
cotidiano y realizado casi que por inercia por todos y cada uno de nosotros en
distintos momentos del día. Quien diría que detrás de esos rostros sonrientes
que se reflejan en él, pueden haber los más horribles y desagradables seres, criaturas espantosas que
coloquialmente se hacen llamar: Inseguridades.
Muy seguramente en público
seriamos incapaces de tan solo mencionar la posibilidad de cargar con estos
demonios internos, pero si bien es cierto la mayoría de las personas, (por no generalizar
y decir que todas), vivimos con un par
de cosas que nos hacen sentir invisibles al estar rodeados por personas
hermosas, o simplemente al encontrarnos en situaciones que nos exponen públicamente.
Precisamente por el tabú que se
tiene sobre dejar estas inseguridades al descubierto, la vida con un complejo de cualquier tipo, se basa en
batallas internas en contra del temible
espejo, una guerra diaria por vernos menos distorsionados, sin tantas cosas a
mejorar y por supuesto lo más allegados posible
a lo que se considera bello.
¿Qué tan a menudo pensamos en
nuestro cuerpo?, ¿Qué tan importante es la opinión de los demás?, ¿debemos ser
modelos para salir con alguien “decente”?... Estas y muchas otras dudas, que
parecen salidas de un episodio de Sex and the city o de uno de esos
shows de superación personal en Discovery H&H, surgen de maneras increíbles
en las mentes de millones de personas (incluyéndome), pero lo grave no es
hacernos estos cuestionamientos de vez en cuando, lo realmente preocupante es
cuando los tomamos demasiado enserio, y permitimos que se apoderen de nuestras
mentes y por ende de nuestras vidas.
En términos generales se puede
decir que con ejemplos de sobra y un conocimiento de la cruda verdad de la
sociedad, ser considerado hermoso o bello es un sinónimo de poder y de estatus
en términos socio-culturales y en algunos casos incluso económicos. Sin embargo
no es más que un plus con el que unos pocos cuentan, que lastimosamente es
utilizado para menospreciar y denigrar a aquellos que quizás no tengan tanto de
ese elixir de la belleza, o de la buena genética
o el don divino, o en general como se le quiera llamar al simple hecho de verse bonito.
Ahora bien, no significa que este
mal verse bien o que nos consideren estéticamente
aceptables, el problema real es cuando se crean estereotipos y estigmas a
partir de ello, bien sea reflejado en las ínfulas de superioridad de aquellos
que saben que son muy bellos y se dedican a menospreciar a todo aquel mortal
que no pertenezca a su clan de dioses griegos, o por el contrario se ve en la
idea típica de que si se es bonito por ende se es estúpido y sexualmente accesible
para cualquiera con dinero.
La belleza si bien es subjetiva, es usada como medio para
validarse en la sociedad. Tanto así que muchas personas solamente tienen
relaciones interpersonales (amistad, amorosas, sexuales, etc.) con personas según
ellos “perfectas” al menos físicamente hablando… ¿es enserio? Una cosa es que
cada quien tenga sus gustos específicos, y otra muy distinta que se genere un
holocausto de autoestima en aquellos que contamos con una belleza que cabe
dentro de los parámetros de lo “normal”.
Sé que todo esto se lee como un berrinche de alguien poco
agraciado respecto a la gente guapa, y bueno no es del todo así, (me gusta la
gente bonita ¿a quién no?, y sin faltar a la modestia, quiero pensar que no me
veo tan mal) simplemente es una mirada a lo que veo diariamente en mi mente
cuando camino por la calle, una opinión respecto a el sufrimiento silencioso de muchos por tratar de encajar … solamente un
vistazo al tremendo ritual que implica mirar al temible y cruel espejo.
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